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Trump prohíbe nuevos proyectos eólicos y defiende carbón y nuclear en EE.UU.

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 28 ago
  • 2 Min. de lectura
Esta política podría incrementar la dependencia mexicana de importaciones de energías fósiles desde EE.UU., afectando el nearshoring verde y las exportaciones renovables bajo el T-MEC, con riesgos para la transición energética nacional.
Esta política podría incrementar la dependencia mexicana de importaciones de energías fósiles desde EE.UU., afectando el nearshoring verde y las exportaciones renovables bajo el T-MEC, con riesgos para la transición energética nacional.

En un giro radical que redefine el panorama energético global, el presidente Donald Trump firmó órdenes ejecutivas este 26 de agosto de 2025 para impulsar la energía nuclear y el carbón, mientras prohíbe la construcción de nuevos proyectos eólicos en territorio estadounidense, salvo aquellos con compromisos legales previos.

 

Durante una reunión con líderes de la industria energética, Trump elogió el "auge" de la nuclear, destacando su seguridad, economía y excelencia para alimentar centros de datos tecnológicos, y anunció planes para duplicar o triplicar su generación.

 

Criticó duramente la energía eólica por su supuesta ineficacia, alto costo en facturas eléctricas, daño al paisaje y origen chino de la tecnología, lo que llevó a la suspensión inmediata de un parque eólico en Rhode Island, avanzado en un 70% bajo la administración Biden, para revisar su impacto en la seguridad nacional.

 

El contexto político es claro: la Agencia de Protección Ambiental (EPA) ha rebajado normativas de emisiones, concedido exenciones a grandes emisores como plantas térmicas y fábricas, y planea reducir estándares para vehículos, revocando la clasificación de gases de efecto invernadero como nocivos.

 

Datos relevantes muestran que EE.UU. mantiene una producción de crudo estable en 13.3 millones de barriles por día, con declinación en taladros operativos, mientras el gas natural emerge como una apuesta rentable, con potencial duplicación de precios gracias a avances en GNL.

 

Esta orientación proteccionista se alinea con la visión de Trump y la OPEP de una demanda resiliente de fósiles, contrastando con la Agencia Internacional de Energía (AIE) que prevé sobreoferta y caída de demanda por guerras arancelarias.

 

Las implicaciones son profundas. Para EE.UU., esto relaja regulaciones ambientales, potencialmente aumentando emisiones y priorizando fuentes tradicionales sobre renovables, lo que podría elevar precios internos y generar debates sobre cambio climático.

 

Políticamente, fortalece la base republicana en estados productores de carbón y nuclear, pero genera críticas de ambientalistas y demócratas por revertir avances en descarbonización.

 

En el ámbito bilateral con México, esta política amenaza el comercio energético bajo el T-MEC, valorado en cientos de miles de millones de dólares anuales, ya que México, con exportaciones de renovables y manufacturas verdes, podría enfrentar barreras arancelarias si no se alinea.

 

Además, aumenta la presión sobre Pemex y la CFE para mantener suministros fósiles, complicando la soberanía energética mexicana y el nearshoring, donde empresas buscan cadenas sostenibles.

 

Analistas como los del Wilson Center advierten que esto podría erosionar inversiones en renovables mexicanas, estimadas en 10 mil millones de dólares anuales, y agravar la volatilidad de precios del petróleo, afectando ingresos fiscales.

 

En resumen, la decisión de Trump no solo redefine la matriz energética estadounidense, sino que obliga a México a replantear su estrategia de transición, equilibrando dependencia comercial con metas climáticas, en un momento de tensiones por migración y seguridad.

 

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