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México ve futuro en gas sin llamarlo fracking

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 5 sept
  • 2 Min. de lectura
Representa una oportunidad para revivir la producción energética nacional, reduciendo la dependencia de importaciones de gas natural de EE.UU. y fortaleciendo la soberanía energética ante posibles interrupciones en el suministro.
Representa una oportunidad para revivir la producción energética nacional, reduciendo la dependencia de importaciones de gas natural de EE.UU. y fortaleciendo la soberanía energética ante posibles interrupciones en el suministro.

En un contexto de creciente dependencia energética, ejecutivos de Pemex evalúan la expansión de técnicas para explotar campos de esquisto no convencionales en México, con el objetivo de reactivar la producción de gas natural que ha declinado en los últimos años.

 

Esta estrategia surge tras las reformas energéticas de 2013, que abrieron el sector a privados, aunque revertidas parcialmente bajo López Obrador, dejando la producción estancada. Datos clave indican que México importó 2.34 billones de pies cúbicos de gas natural en 2024, un aumento del 40% desde 2018, representando más del 60% de la generación eléctrica nacional.

 

La presidenta Claudia Sheinbaum ha prometido expandir almacenamiento, ductos y producción, pero enfrenta desafíos como la debilidad operativa de Pemex y la incertidumbre política.

 

Las implicaciones son significativas: al evitar el término "fracking" por sus connotaciones ambientales, México busca equilibrar desarrollo con sostenibilidad, potencialmente atrayendo inversiones sin conflictos regulatorios.

 

Sin embargo, las reformas constitucionales de 2024 que disuelven agencias autónomas como CRE y CNH generan riesgos para inversores, pausando proyectos y afectando la transparencia.

 

Económicamente, esto podría reducir el déficit comercial energético, estimado en miles de millones de dólares, y mitigar temores de interrupciones en el flujo de gas desde Texas. En el panorama bilateral con EE.UU., donde Trump impulsa políticas pro-petróleo y renegocia el T-MEC, México podría negociar mejor términos para exportaciones de energía.

 

Analistas destacan que un aumento del 30% en producción de combustibles para 2030, como en el Plan México de Sheinbaum, requeriría inversiones de hasta $200 mil millones. Implicaciones a largo plazo incluyen un posible boom en empleos en regiones como Burgos, pero riesgos ambientales y sociales si no se regulan adecuadamente.

 

Esta iniciativa posiciona a México en la transición energética global, contrastando con la crisis renovable en EE.UU. bajo Trump, donde se prioriza petróleo y gas. En resumen, esta exploración representa un giro estratégico para la autosuficiencia, pero demanda equilibrio entre crecimiento y regulación para evitar crisis como las blackouts pasadas.

 

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